Le tengo más respeto a esta expresión, quizá con un poquito de polvo, que a otras más manidas y de tanto usadas, con menor gracia.
Ser un pelele, o un tonto, o tontín, o alguien con poca relevancia era habitual escuchar unos años atrás, sin embargo me apetece recuperarla al visionar algunos cartones de Goya donde mujeres a finales del XVIII manteaban un muñeco de trapo simbolizando la superioridad de la mujer sobre el hombre, el pelele.
Preguntando a mi madre, transportadora de la sabiduría popular de la calle, me dijo que entendían al pelele como alguien inocente e infantil, uniéndolo al de los cartones del XVIII uno puede deducir que el hombre, no se sabe si de aquel siglo o de todos, resumía las características del perfecto inane, como adulto me refiero, motivo de celebración por parte de las mujeres que lo representaban en el manteo que nos muestra Goya.
La lucha de géneros ya existía 200 años atrás y se explicitaba por carnavales, para ellas estaba claro, sin duda que lo llevaban, por lo menos en esta circunstancia con un espíritu evidentemente más lúdico y divertido que hoy.